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Andrea: la luz que trajiste con tu vida no se apaga con tu muerte.

  • Foto del escritor: Laurencia Zavala
    Laurencia Zavala
  • 24 sept
  • 6 Min. de lectura

Andrea, de 22 años, murió por una cadena de negligencias en un país donde la vida se pierde entre irregularidades y mexicanadas que se vuelven costumbre: boilers mal instalados, edificios sin regulación, autoridades indiferentes. Ella era recién egresada de Derecho, trabajaba en la Suprema Corte y soñaba con un México más justo. Hoy levantamos la voz en su nombre: pedimos que su caso llegue a los tribunales, que se judicialice y que se haga justicia. Que su muerte no quede impune y que su historia logre salvar vidas.


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Hace dos meses que mi sobrinita Andrea de 22 años se fue de esta tierra. A menos de dos años de que mi papá también trascendió, tuve que estar de nuevo entregando un cuerpo de mi familia nuclear en una iglesia.


La muerte de mi sobrina fue un caso de negligencia. Ella estaba en su mejor momento, hace unas semanas había estado con ella en su graduación de la universidad. Se veía tan hermosa y estaba sumamente feliz y realizada. Ya tenía más de un semestre trabajando en CDMX en un lugar que había ganado como practicante en la Suprema Corte de Justicia. Recuerdo ese día que me escribió emocionada porque había conseguido ese lugar entre muchos candidatos de su universidad. Ahora, tenía unas semanas que le habían hecho un nuevo nombramiento.


Mi Andrea era tan determinada con lo que se lograba que no le importaba mucho las condiciones que tuviera que vivir con tal de lograr sus objetivos.

Hace unos meses que vivía en un nuevo departamento donde ella se sentía muy contenta porque al fin iba a estar con su gatita que amaba. Su roomie también tenía gatito y la zona de la colonia Narvarte Oriente en CDMX le quedaba muy bien para seguir llegando a su trabajo.


La semana en la que falleció, nos comentó un martes que no tenía gas, teníamos un grupo de hermanos en el que nos manteníamos al tanto de nuestra vida, ella al ser mi sobrina de 22 y vivir conmigo desde que nació, en realidad tenía ese lugar en mi vida, era mi hermanita, y también en algunos momentos maternaba en mi lugar de tía.

“Así no me voy bañar con este frillazo”, comentaba en su mensaje. Siempre me encantaba ver la forma que se expresaba, como cuando nos maravillamos los padres cuando escuchamos que nuestros hijos tienen una propia voz que nos habla de sus pensamientos.


Andrea había hablado con un técnico para arreglar su calentador que estaba fallando y que ya desde el 2024 su roomie lo había notificado. Y como los dueños ni el administrador del edificio hacían algo, Andrea buscó arreglar el problema para poder bañarse con agua caliente.


Ese viernes 11 de julio mi nena hermosa me había dicho que nos visitaría a finales del mes, le recordé lo mucho que me importaba y después de unas horas me dejó de contestar. Había ido a hacer ejercicio, se hizo una comida tan completa como le gustaba esmerarse por nutrirse sabiamente. Se metió a bañar con su música que le encantaba, y mientras cantaba, en cuestión de minutos murió al intoxicarse con los gases de monóxido de carbono que emitía su calentador instalado en su baño sin ventilación.


Así de increíble, un día estaba hablando con ella sobre su visita, invitándola a la fiesta de cumpleaños de su prima, esperando encontrarla una semana después, y al día siguiente me encontraba en el edificio más horrible de la fiscalía de feminicidios en CDMX.


¿Cómo es posible que un lugar donde llegan las madres destrozadas por perder a sus hijas de formas tan trágicas pueda ser tan lúgubre, tan inhumano?


Los baños de ese lugar estaban sucios, sin papel sanitario. La entrada simplemente era indignante. Había que pasar por los basureros mientras te caían gotas de la limpieza que hacían por eliminar la pintura de manifestaciones de feministas en su contra.


Mi hermana, la mamá de Andrea, tenía horas en ese lugar esperando para reunirnos e ir a identificar el cuerpo de mi niña. Como en las películas, llegamos a otro edificio horrible donde en una plancha sucia estaba el cuerpo todavía mojado de la regadera de mi nena. Nunca imaginas que un día estás con tu niña amándola en brazos y años después llegarás a tener que identificar su cuerpo sin vida en un lugar tan oscuro.


Mi princesa, con sus rizos pelirrojos estaba ahí acostada frente a mí con sus ojos cerrados ya sin vida. Se suponía que la fiscalía proporcionaba una psicóloga para acompañar estos momentos, pero nosotros decidimos que no lo necesitábamos, desde ahí creo que fui cerrándome emocionalmente como escudo emocional en mi papel de responsable. A nuestro regreso a fiscalía, las personas actuaran con tanta falta de empatía ante el desborde emocional. Si tienes que trabajar en un lugar donde ves tantos feminicidios, seguro te vuelves insensible al grado que hablaban del cuerpo de mi sobrina como si se tratara de un mueble descompuesto que había que trasladar de lugar…


Lo que se tiene que hacer después de identificar el cuerpo para lograr llevarlo a nuestra ciudad de Durango para velarlo es sumamente tardado que ralla en lo ridículo. Por suerte, mi hermano que es abogado se hizo cargo de las entrevistas donde pasó todo el día contando la historia de la pérdida de nuestra niña una y otra vez.


Los funcionarios que trabajan en esa fiscalía en el turno de la mañana donde estuvimos mi hermana y yo, respondieron con una falta de empatía y contención como si se tratara del primer caso de una pérdida humana. No dimensionaban la tristeza que podía sentir la madre de mi sobrina, actuaban a la defensiva como funcionarios mexicanos que todos hemos sido testigos de su actuar burocrático sin huella de un espíritu de servicio.


Andrea perdió la vida por una cadena de omisiones que reflejan la negligencia de un país corrupto en el que vivimos. El dueño del edificio donde vivía no cumplió con lo que la ley dictamina sobre la instalación de un boiler sin ventilación (NOM-004-SEDG-2004). Es realmente irresponsable que un dueño de un condominio ponga a la renta su propiedad sin delimitar responsabilidades.  Este edificio opera en la irregularidad: no cuenta con un régimen de condominio que delimite responsabilidades, ni con un programa interno de protección civil que garantice la seguridad de sus habitantes, tal como lo marca la ley. Andrea, como cualquier persona que renta un departamento, tenía derecho a confiar en que su vivienda era segura. Ella no tenía por qué saber de normas técnicas o instalaciones ilegales: esa obligación recae en los administradores y propietarios, que ignoran advertencias y dejan a los inquilinos expuestos a una trampa mortal.


Uno de los varios comentarios tan dolorosos que tuvimos que escuchar en esos momentos de trámites fue la racionalización con la que nos explicó el funcionario de la fiscalía de que la posible causa de muerte de mi sobrina tenía que ver con algo que pasaba muy frecuente en la CDMX. ¿En serio es así? ¿Pasa tan frecuente y no se hace nada por resolverlo?


La intoxicación por monóxido de carbono es un riesgo silencioso: este gas no huele ni se ve, y puede provocar dolor de cabeza, mareo, desorientación y muerte en cuestión de minutos. Cada año se registran muertes por este motivo en México, sobre todo en temporadas frías, cuando aumenta el uso de calentadores y estufas en espacios cerrados. Lo grave es que, aun sabiendo esto, siguen existiendo instalaciones ilegales, omisiones y falta de supervisión que convierten hogares en trampas mortales.


Mi niña trabajaba para la justicia de este país, junto con su equipo de la Suprema Corte, logró que varios casos se resolvieran de manera justa. Ella luchaba porque ese lugar horrible que es la fiscalía de femicidios fuera un lugar mejor, y a nosotros ahora nada nos la va a devolver, pero lo que sí podemos hacer en su nombre, tal como ella lo habría exigido, es alzar la voz para que esto no vuelva a suceder.


La justicia para Andrea significa que las autoridades investiguen, que un juez escuche, que los responsables respondan.


Expongo mi historia parq pedir que este caso llegue a los tribunales. Pedimos que nadie más tenga que entregar a su hija, hermana o sobrina por una muerte prevenible. Mi hermana se ha topado con un sin fin de paredes para lograr sacar este caso a la luz y no nos queda más que sumarnos a su lucha compartiendo su historia para que la vida de mi hermosa nena trascienda y pueda lograr hacer cambios que salven la vida de los demás, como ya lo estaba haciendo con su trabajo.


Andrea hizo mi mundo mejor y el de muchos a su alrededor mientras vivía, ojalá podamos lograr que su historia pueda hacer de nuestro país un lugar más seguro y más justo.


Andrea: la luz que trajiste con tu vida no se apaga con tu muerte, al contrario, nos moviliza, nos ilumina, nos reune... y el amor que tenemos trasciende por todos los rincones para hacernos mejores personas,


Te amo! hasta que nos volvamos a encontrar...


 
 
 

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